Ricardo Lagos

Cuba-Estados Unidos, el largo camino hacia un futuro diferente

04 de January de 2015

Columna de Ricardo Lagos en Clarín

Si los días finales del 2014 trajeron el sorpresivo anuncio de Barack Obama y Raúl Castro, el 2015 llega para poner en marcha una agenda entre Estados Unidos y Cuba que puede tener altos y bajos, pero que inaugurará una nueva etapa en la relación de ambos países.

Desde que Cuba nace como república, en 1902, estuvo por un tercio del siglo XX bajo condición de dependencia de Washington, debido a la llamada Enmienda Platt existente en su Constitución y que entre otras cláusulas autorizaba a los Estados Unidos a intervenir en dicho país para conservar su independencia y/o mantener un gobierno que proteja la vida, la propiedad y la libertad. Después de poner fin a aquella, en 1933, vino esa etapa de democracias fallidas, dictaduras y excesos que para algunos hicieron de Cuba, más que en ninguna otra parte, el “patio trasero” norteamericano. Todo aquello, al final, llevó a la lucha en la Sierra Maestra y el triunfo de la Revolución. Y de 1960 en adelante la Guerra Fría se instaló entre La Habana y Washington, perdurando hasta ahora.

Considerando ese marco histórico, lo que viene es un tiempo nuevo. La clave está en si Estados Unidos y Cuba podrán ahora hablar frente a frente con el respeto mutuo que cabe entre dos Estados. ¿Y qué viene hacia adelante? Sin duda, como en el tango, siempre se necesitan dos para bailar, una danza que será trascendente para ellos –y también para América Latina- tanto en el campo político, en el económico y, también, en el campo cultural.

En lo económico, -y aquí está muy presente la recuperación que muestra la economía de Estados Unidos- la pregunta es cuáles serán los puntos de encuentro entre dos sistemas económicos muy distintos. Cuba hoy tiene dos monedas: el peso cubano convertible y el que no lo es. Y sabemos que la relación de uno y otro con el dólar es de 25 a 1. ¿Podrá avanzar Cuba hacia un solo peso? ¿Cuánto tiempo le demandará? Esto está directamente ligado con el potencial que juegan las remesas, (hoy alrededor de 3.200 millones de dólares) como ocurre también con otras naciones centroamericanas y del Caribe. Si la política vigente en Estados Unidos permitía enviar 500 dólares cada tres meses por familia el salto será fuerte con la autorización anunciada por Obama de subir esa cifra a 2.000 dólares. Habrá un aumento en las remesas lo cual, unido al uso de las tarjetas de crédito extranjeras, mejorará el ingreso de dólares en Cuba.

El otro elemento en este ámbito es la inversión. A la ley dictada hace pocos meses seguirán nuevas aperturas. ¿Podrán los inversionistas estadounidenses tener las facilidades ya logradas por otros países? El interés de los inversionistas está puesto no sólo en todo lo que allí se puede hacer, sino en el “capital humano” existente en la isla. Cuba tiene –lo ha dicho la UNESCO– el más alto nivel del continente en Educación para Todos y, por eso, puede ofrecer masivamente profesionales y técnicos de excelencia en diversas áreas. Será uno de los factores para determinar en qué campos y bajo cuáles condiciones podría acceder el inversionista de Estados Unidos.

Después está lo que pueda ocurrir en el ámbito político y social. La cuestión no se agota en ver qué pasos dará Cuba en avanzar hacia una apertura democrática. Lo complejo es cómo, en su esquema político y en la transición que adopte, abrirá cauces a una ciudadanía que espera tener un Estado capaz de escucharla, pero a la vez que ordene el mercado, lo haga dinámico, y todo ello preservando los avances sociales que Cuba ha tenido en sus últimos 50 años. Es un tema complejo y difícil. ¿Será posible aplicar aquí el modelo de economía liberalizada, pero con un partido único como Vietnam o en China? ¿O pesarán más las diferentes idiosincracias de América Latina de la cual Cuba es un gran exponente?

Como ya se anuncia, el turismo tendrá un crecimiento exponencial. Los cruceros multiplicarán sus viajes y ofertas en los 150 kilómetros que separan a Estados Unidos y Cuba. Y allá en la isla están las facilidades del Palacio de las Convenciones de La Habana o aquel instalado este año en el casco histórico de Camagüey, más la pureza colonial de Trinidad, las playas o los campos de golf. Oferta no les falta. ¿Qué traerá ese nuevo flujo? ¿Cómo se instalará el diálogo cotidiano entre cubanos y turistas sobre sus vidas, su presente y su futuro? ¿Podrán los cubanos ir a visitar también a sus parientes en Estados Unidos? Las interrogantes son muchas, pero a medida que se abre una puerta se hace más fácil abrir la siguiente. Cuba sí tiene una defensa tremenda para ese diálogo: la fuerza de su cultura, la que venía del pasado y la que creció con la revolución.

Estados Unidos y su gente tendrán que construir otra relación con Cuba. Ese país pequeño tiene mucha simbología acumulada, y ha entregado variados íconos al mundo. A su vez, Cuba entra a esta nueva relación en un mundo totalmente distinto a aquel de hace cincuenta años: la apertura traerá tecnologías y comunicación digital. Muchos tendrán teléfono celular y con ello las redes sociales, unidas a los computadores, crearán un escenario de diálogo en la sociedad cubana desconocido hasta ahora. Allí se jugarán para los cubanos muchos espacios de libertad.

Con el anuncio Obama-Castro se dio el paso más difícil. Y ello debemos valorarlo por el aporte que hace a lo que deben ser las relaciones internacionales en el siglo XXI, sobre todo en este continente: relaciones entre gobiernos y pueblos que no excluyen al otro porque avanza por un camino propio o un modelo político distinto. Fue sin duda un acto de coraje de ambos, pues, implica romper con un estilo confrontativo propio de otros tiempos. Hacia adelante, deberán ser relaciones de respeto mutuo donde nadie tiene la verdad absoluta, sino más bien, ésta emerge cuando se descubre cómo trabajar en conjunto para crear un futuro mejor para todos.

vía Clarín.com

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